LUNES DE 20 A 22 hs
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INTERCAMBIOS



Sábado 31 de Octubre

de 6 a 7 pm

por

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Participan de este programa los integrantes del proyecto "VIBRANDO DE LEJOS IV"
Representantes oficiales del Gobierno de la Provincia de Misiones en Capital Federal pertenecientes al Programa "Jóvenes Misioneros en Buenos Aires"

La Casa de Misiones puso en marcha en el año 2007 el Programa de Jóvenes con un enfoque pluralista e integrador.
Conformamos un equipo que nos permite el contacto permanente con la realidad de las chicas/os misioneros que están en Buenos Aires por razones laborales, de estudio o búsqueda de oportunidades en general.
Trabajamos sistemáticamente sobre sus inquietudes, reforzamos los vínculos institucionales en Misiones, y organizamos una red que posibilita ser los representantes de la población joven en Buenos Aires, para canalizar los programas y proyectos que, por su sentido de pertenencia e identidad favorecen el crecimiento sostenido de nuestra Provincia.
En este proyecto alentamos a la integración social y cultural, ya que se apunta a la interacción de jóvenes residentes en Misiones y Buenos Aires, sin olvidar nuestros principios y raíces.

Luis Felipe Noé, artista del caos.

Cruce. Líneas, imágenes y colores atraviesan la dinastía de las formas estáticas e inamovibles para deambular libremente por la tela, el papel o la madera. En la obra de Luis Felipe Noé una poética del caos defiende su presencia fugaz, su movimiento continúo entre lo figurativo y lo abstracto.
De mirada pensativa y rostro expectante, Yuyo Noé (como lo llaman sus amigos) nació en Buenos Aires en el año 1933. De niño, jugaba a descubrir las imágenes escondidas en las manchas de los azulejos y los mármoles del hall de su casa, así como disfrutaba de las biografías de los grandes pintores. Entre los años 1950-52, comienza su recorrido artístico en el taller de Horacio Butler, un maestro de inspiración poscubista que cansado de las críticas y replanteos de su inquieto alumno terminó por decirle que no tenía más nada que enseñarle. Cuando abandona sus estudios universitarios en la Facultad de Derecho, hacia 1955, ya ha decidido entregarse a la pintura. Paralelamente, ingresa en el periodismo y ejerce la crítica de arte en el diario El Mundo.
En 1959, L. F. Noé realiza su primera exposición individual, en plena explosión del informalismo, cuyos artistas se revelan frente a las corrientes constructivistas y formalistas dejándose llevar por sus impulsos y elaborando sus composiciones sin importar el orden de los elementos. Ajeno al movimiento, Noé busca no revelarse sino lograr una síntesis superadora que desarme la oposición entre lo figurativo y lo abstracto.
Valiéndose de la experiencia histórica argentina realiza y expone en 1961 una docena de obras que integran la Serie Federal. Evoca el contexto político del federalismo, la enunciación del pueblo, el horror y la sangre a través de la mancha, la armonía de colores (rojo, negro y marrón predominan en los lienzos) y, por supuesto, un libre encauzamiento de sus planteos estéticos en su tentativa de hallar una unidad de atmósfera.
A los pocos meses, bajo el título de “Nueva Figuración” presenta junto a Rómulo Macció, Ernesto Deira y Jorge De La Vega las obras más representativas del naciente movimiento. La posición de ruptura y el desafío de superar los términos figuración y abstracción se concentra en la visión del caos como valor que anuncia Noé en el catalogo de la muestra en la Galeria Peuser. Una asunción del caos que coloca al hombre en la apuesta de razonar, desde su posición histórica y social, las estructuras que se están generando en un mundo en cambio permanente. O, según Nietzsche, “el carácter del conjunto del mundo es por toda la eternidad el del caos, en razón no de la ausencia de necesidad, sino de la ausencia de orden.”
Viaja a Europa con De La Vega, descubre y piensa las nociones de “cuadro dividido” (las oposiciones se dan sobre el plano de una tela única y el uso de la técnica del collage), “visión quebrada” (descomposición del todo en múltiples situaciones, instalaciones de bastidores saliéndose de las telas y ambos extendiéndose de las paredes al techo y al piso) y “asunción del caos” que irá desarrollando en su pintura. En 1965, Luis Felipe Noé publica su libro “Antiestética” (Ediciones Van Riel, 1965), donde transforma al caos en estructura y, se realiza la última exposición conjunta del grupo neofigurativo en la Galeria Bonino.
Nueva York era, a mediados de los años sesenta, un centro de creatividad (nacía el pop art) con clima de agitación (guerra de Vietnam). Convivían el hippismo, la liberación sexual y de las costumbres, los poemas de Ginsberg, el legado de la generación beatnik y la creciente masividad del rock and roll. Noé eligió ese clima y ese lugar para instalarse con su familia por tres años. Destruye sus instalaciones, por considerarlas complejas e invendibles, y obras de ese período como La esperanza de un pintor (1964), Así es la vida, señorita (1965) y El ser nacional (1965) tirándolas a las aguas del río Hudson. La falta de límites hizo que sea, según sus palabras, la pintura quién lo deje a él. Por nueve años no pinta. Experimenta con espejos plano-cóncavos donde todos los elementos de la realidad se dispersan y, además, realiza grabados con elementos espejados.
De regreso en Buenos Aires, abre con amigos un bar, publica dos libros más (“Una sociedad colonial avanzada”, 1971 y “Recontrapoder”, 1974) y enseña dibujo y pintura. Durante las sesiones de terapia psicológica con el doctor Gilberto Simoes, dibuja. El lenguaje de la línea, las vibraciones entre colores, la línea y el plano que enseñaba en su taller, las preguntas de sus alumnos y los mitos personales creados en la terapia fueron disparadores de su vuelta a la pintura, en el año 1975, con la serie La Naturaleza y los mitos. El prologo de la muestra se llamaba “Por qué pinte lo que pinté, no pinté lo que no pinté, y pinto lo que ahora pinto”. Sucesivamente, expone la serie Conquista y violación de la naturaleza.
Entre 1976 y 1987, reside en París y continúa exponiendo regularmente en Buenos Aires. Dibujos, reemplazo de la línea por la mancha, y una nueva dimensión del caos poético, más centrada en la problemática latinoamericana, caracterizan esta etapa. Ya en la argentina, presenta en la Galeria Klemm la serie titulada Jeroglíficos encontrados en las cavernas de Buenos Aires (1992), obras acompañadas de grandes ampliaciones de dibujos; exhibe una instalación (luego de 28 años) en el Museo Nacional de Bellas Artes denominada Instauración institucional (1994), en referencia a la reforma constitucional de Menem; y realiza la exposición Errores, omisiones y otras desprolijidades (1997) en el Centro Cultural Borges y en la Galería Rubbers, donde continúa exponiendo en la actualidad.
Obra que se reinventa, expresión que se renueva, la pintura de Noé no ha parado de crecer en los últimos diez años. Al espectador le toca recrear, mirar, establecer el contacto que el artista abre con un fino y perspicaz arte de comunicar. Generalmente, el nombre del cuadro aparece en las telas o en los papeles. Evidencia de otro lenguaje, las palabras se cuelan en las obras y hacen presente lo decible, lo enunciable. No me den noticias, Una historia más, A la espera, ¿Cómo ocurren las cosas?, son algunos de los nombres de sus obras más recientes, incluidas en la exposición ¿Noemas o noesis? (2008) Propias de un universo caótico las imágenes parten de lo real (figurativo), se pierden, se rompen, se difuminan en un relato distorsionado, movido, ardiente, pleno de rojos que exaltan la pasión, luces y líneas colores fluor que intensifican la fuerza de la figura en el plano (Hombre perdido en el paisaje), para que el recorrido del espectador se convierta en un viaje de experiencia.

CAOS


Sábado 17 de octubre


Entrevista Exclusiva


LUIS FELIPE NOÉ

(Artista)


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